Queridos amigos, familiares, amantes, conocidos, enemigos, policía local y mundo en general. Me voy. Y eso ya está decidido. Es martes, son las doce menos cinco de la noche y antes de volarme los sesos o saltar sin arnés de un 5º piso, me apetecía despedirme. Es una de esas necesidades estúpidas que casi todos los suicidas nos vemos obligados a realizar, quizás por dar algún tipo de explicación lógica a tus seres queridos por no quedar como una desgraciada y una cretina, y ya de paso ahorrarle algo de trabajo a ciertas personas, pero a mi me da igual. En otras palabras, me la refanfinfla, me la suda. Yo estaré muerta, mi conciencia no tendrá tiempo de lamentarse o preocuparse, y mi orgullo tampoco se verá dañado puesto que dejará de ser ególatra, dejará de ser y punto, todo dejará, y a algo que ya no es le da igual lo que estén farfullando o maldiciendo de él. Esta muy bien aquello de tener respeto a los que se han ido pero cuando esto no se cumple, sinceramente, no les compadezco.

    Con todo esto quiero decir que en esta carta no esperéis encontrar peticiones de perdón, agradecimientos ni declaraciones de amor. El único fin que tendrá gastar mis últimos minutos de vida en escribir estas líneas (siento si se hallan errores ortográficos o gramaticales, no es lo primordial ahora, y sinceramente nunca se me dio bien aquello de ?analizar frases? en el colegio), es no estar sola en esto. Quiero decir, recalco que después de muerta no tendrá utilidad alguna, pero escribir es una gran forma de desahogarse, una buena terapia, siempre lo ha sido, y ya que marcho por lo menos quisiera disfrutar de mi final sin preocupaciones, remordimientos de conciencia ni comeduras de cabeza. Si mi cuerpo debe caer desde lo alto del ?representantes?, por ejemplo, quiero que caiga ligero, como si planeara, y no que caiga en picado cortando el aire ferozmente para acabar esparcida en el asfalto con un ruido estruendoso (si, todos sabemos que científicamente es lo que ocurrirá, pero creo que me entendéis cuando digo que no es esto a lo que me refiero).

    Bueno, a estas alturas os empezaréis a impacientar por ver cuando dejo de dar lecciones de tipo moral, si se puede decir, y os digo por que lo hice de una maldita vez. En realidad no os importa. Es mera curiosidad, algo humano, pero no malo. Es normal veros atraídos por el morbo del placer indirecto, o negativo, por aquello que llaman ?lo sublime?. Pero os lo contaré por que, en realidad, es lo que venía a hacer. ¿Por qué lo habrá hecho? A esa chica no le faltaba de nada, una buena familia, una casa, comida diaria, buenos amigos, juventud, estudios? no le faltaba de nada, ¿Qué es lo que falló? Pues fue precisamente todo eso lo que falló. Siempre me he considerado una persona feliz. Feliz y agradecida por todo lo que tengo. Pero según creces te das cuenta de que las cosas van adquiriendo un desagradable tono tizón. Y lo peor es que no suele venir poco a poco, más bien te pega una enorme bofetada, la mayoría de las veces esperando a que pongas la otra mejilla. Pero yo en lugar de eso me quedé boquiabierta, abrí bien los ojos, miré a mi alrededor, hacia detrás, hacia delante, bajo mis pies? y me sentí inservible. No inservible en el sentido de un ser en estado vegetativo, si no más bien diría defectuosa. Cuando la madurez (por llamarlo así) te sorprende sonrojándote la mejilla, normalmente, comienzas a ser consecuente con tu vida, tus obligaciones y tu moralidad. Te conviertes en una persona formada para terminar tu carrera, tu módulo, tu bachiller, secundaria, tu sepa dios lo que estés haciendo, buscarte un buen trabajo (o un trabajo a secas), ropa bonita, una casa, si tienes opción, casarte, tener un perro si es que no eres alérgico, y tener hijos que soportar durante años mientras hacen las mis mas burradas (o peores) que tu hiciste en su momento, y tu no haces más que madrugar, trabajar, dormir, hacer la compra, pagar rentas, coches, escuelas, etc. Y quizás quedar algún día para cenar con tus amigos, esperando a que llegue el día en que les den esa bofetada a tus hijos y así se acerquen más tus felices días de jubilado, en los que el cuerpo ya poco da para hacer todo aquello que apuntaste en tu lista de ?cosas que hacer antes de morir?.

    Esto es, queridos míos, lo que falla. Un futuro tan predecible le quita mucha gracia a la vida. No estoy diciendo que prefiera vivir en un país en guerra, tercermundista, en una isla desierta, un planeta de coches voladores o en el Olimpo. Lo único que quiero es disfrutar. Disfrutar de esta vida, de sus gentes, sus paisajes, su lluvia, su arcoíris y de todas las pijotadas nostálgicas que se os puedan ocurrir, y también de sus defectos, sus defectos naturales. Pero es imposible. Miro a mi alrededor y solo veo mentiras, engaños, muerte y crueldad. Y suena típico, lo cual es malo, por que significa que ya nos acostumbramos a ello, pero esta vez sí es tarde para rectificar. Hay gente vanidosa, ególatra y avariciosa que nos machaca, que nos pisa la cabeza para que no podamos levantarla y mirar a nuestro alrededor, por que si lo hiciéramos lo único que veríamos es MIERDA. Por todas partes. Inundando y apestando tu banco, tu gobierno, tu medicamento para el constipado, tu gasolinera, tu colegio privado y hasta esa familiar tienda de la esquina. Todos estamos de ella hasta el cuello, pero ya no hay marcha atrás, no señor, terminará por entrar en nuestras fosas nasales para inundar nuestros pulmones. Llegados a este punto toda solución es mera utopía. Y solo hay tres culpables principales de esta decadencia de la raza humana. En primer y segundo lugar, siguiendo los pensamientos platónicos, la educación y la legislación. No se puede educar a alguien vendándole los ojos y no puede legislar una persona que solo se preocupa de su enorme y gordo culo. En tercer lugar esta el dinero. Por que el dinero todo lo mueve y todo lo ha movido. Lleva tantos cientos de años en nuestra compañía que se podría decir que nos acostumbramos a este intruso, y aceptamos y perdonamos su maléfico poder.

    En definitiva se podría decir que casi nos crean en probetas, nos dan o nos quitan según les convenga, nos convierten (en nuestra gran mayoría, si no, estás perdido) en mano de obra eficiente, y cuando ya no les servimos nos engañan con residencias de la 3ª edad y viajes del inserso para que nos pensemos felices en nuestros últimos años de vida. A mi personalmente me desmotiva. Me veo en frente de una carrera perfecta para mi, la cual debería disfrutar junto a mis amigos. Pero se que es lo que viene después, y me desmoraliza por completo. No es que no quiera disfrutar de mi carrera, es que quiero disfrutar de la vida. Y me veo obligada a cumplir con obligaciones que haría gustosísima pero que inconscientemente evado de cierto modo por que se donde desembocan. Noto como si poco a poco me fueran arrancando la libertad, y cada vez más rápida y dolorosamente. Para un romántico del s.XIX esto estaría muy bien, pero yo ni soy romántica ni vivo en el s.XIX. Así que antes de vivir una vida, en la que no dudo encontraré grandes y bellos momentos, pero en la que solo viviré, en realidad, a media libertad y por tanto a media felicidad, sabiendo que podría ser algo más y no es por culpa mía que esto ocurra, decido saltar de lo alto de un 23 (mientras escribía he tendido tiempo de decidirme por como hacerlo, y siempre quise hacer puénting o paracaidismo, aunque nunca encontré el valor suficiente).

    Por suerte se que todo esto de lo que os he hablado, vosotros ya lo sabíais, siempre me he enorgullecido de haberme rodeado de gente con dos dedos de frente. Solo espero ser comprendida, nunca inducir al suicidio a otra persona, por supuesto, solo saber que no me marcho sin al menos aprovechar una de mis pocas libertades, la libertad de expresión, que no por serlo deja de sufrir graves censuras. No quiero que se me despida con pena, por que morir sin quererlo es triste, pero yo marcho por propia voluntad, así que quiero cervezas, risa y música que se pueda oír a tres manzanas.

    Afectuosamente se despide la que siempre os ha querido (sabéis quiénes sois, aquellos que os deis por aludidos) y, no dudéis, os hubiera seguido queriendo:



                                                                                                            Patricia Benedicto Martínez