40 años para volver a casa; contra la lluvia de las tormentas de los cielos despejados. Miras de asunciones panorámicas, y el paisaje te suena. Es porque se cierran, los caminos rápidos, en su bucle de cristal donde empiezan. Y ahora volvemos a estar aquí.

Como dije, tampoco fue fácil; pero llegado el momento, pude dar la vuelta y marcharme. Los ciento ochenta grados en los que aprendí a olvidarte. Irradiado por fracciones de radianes cada segundo desde el instante ineficaz en que por empuje comencé a moverme.

Y allí creí quedarme para siempre. Hasta que la inercia, como atado al centro, existió para su fin... Así seguí rotando hasta volver a encontrarte, una vuelta inútil y perdida después.

No somos el ejemplo de un caso aislado; sino el reflejo del mundo en un universo de ciclos y segmentos cerrados. Traza ahora, cuando se cierra el año y otro vuelve a empezar, cómo se enaltece el nombre, que es un mero contador, delatando a gritos su naturaleza indiferenciable, en la que todo sucederá igual para acabar tal como empieza; donde en los estados sólo difiere el desgaste que supone recorrer lo recorrido.

Así que, no es la vida una línea recta con un principio y un final, con una evolución predominantemente positiva entre valles y pendientes. Si no un circuito llano y plano, que se repite sin distancia o diferencia, cuya meta está en el punto de partida.

Es sabio, entonces, ahorrarse la circunspección en las opciones. Pues todos los senderos de cada derrotero son el mismo.

Y ahora seguid corriendo, medid los tiempos; la vuelta 2012 empieza.

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