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Blog de A. De Bacle (cambiar): Página Principal Entradas Historial Estadísticas |
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Entrada 1 de 2
Me he despertado hoy mareada como si hubiera pasado la noche en una noria en la feria, o bebiendo muchas y variadas bebidas espirituosas y, desde luego, sin dormir demasiado. Y es que ayer, a última hora de la tarde, cuando apenas se distinguía la última franja de luz tras las montañas, recibí una angustiosa llamada desde algún punto impreciso en el Universo.
Dejé hecho mi trabajo diario y envié a toda prisa a mis guardianas dentro de un huevo a casa, a dormir...hay trabajos para los que es mejor ir sola. Y sola me presenté allí, en la casa del Poeta. El Poeta hablaba la lengua de los Poetas, por lo que no tuvimos problema alguno para entendernos a pesar de que su llamada de socorro la recibí desde un rincón ignoto del Cosmos (huelga decir que a un hada la curvatura del espacio-tiempo y esas teorías ultramodernas del Einstein le dan igual. Nos movemos con la mente y llegamos al punto desde el que se emitió la señal con la simple intención). Allí estaba yo, en tamaño discretísimo o más pequeño todavía, de pie sobre el hombro del Poeta, tan alta como para llegar a su oído y susurrarle versos sin que se diera cuenta de que no eran suyos sus pensamientos ni sus palabras (siempre he juzgado que a los artistas hay que mimarles el ego, hay que repetirles muchas veces cuán especiales son). Como suelo viajar en el Tiempo, observé que la llamada tuvo que haber sido hecha hace siglos: no había más que luz de velas, un tintero casi seco y un hombre muerto de frío y enfermo de hambre y miseria. Me dio una pena terrible porque era bellísimo como una estatua de Praxíteles y escribía cosas realmente maravillosas...Escribía un cuento sobre serpientes marinas gigantes, hombres de rasgos extraños y piel de rinoceronte, seres de tierras lejanas con la cabeza en el estómago, ríos con lechos de piedras preciosas y aguas que, al sacarlas, se convertían, gota a gota, en cristales purísimos. Le dije, reuniendo valor y asumiendo el peligro de convertirlo en un demente, "¿para qué me has llamado si ya tienes un libro precioso terminado?, ¿qué inspiración necesita quien ya ha culminado su obra?" El Poeta, aunque desfallecido, supo que no eran suyos esos pensamientos y dijo mirando hacia el frente, con la voz apenas audible, "quería saber si las Musas existen o es que yo estoy loco, pero es que he sentido extraños susurros en mis oídos, he visto cómo se movía la pluma y se mojaba en tinta sola para llegar hasta mis dedos, he sentido que no era yo quien escribía, he despertado y leido frases que no he podido escribir porque dormitaba...¿siempre habéis sido Vos?" ¡Maledetto! ¡Había pillado in fraganti a una de mis hermanas! Pero yo estaba segura de que era la primera vez que estaba en su casa, y la primera vez que que viajaba en el tiempo para socorrer a ese Poeta, ya que mi especialidad son los Escultores y los Músicos, aunque también he intervenido en algunos poemas muy celebrados. Me introduje un poco más en su oído, y con voz de gata le musité, "no querido, no he sido yo aunque algunos Poetas me deben sus mejores obras. La única capaz de hacer esas fechorías es Melusine a la que solamente conozco de vista, en alguna reunión en los bosques de robles. Es un mito entre los seres mágicos, pero algo fastidiosa y alocada, convengo..." "Entonces, Madame ¿no estoy loco?" "No, no lo estás" "Pues ahora tengo que morir" "¿Qué dices, insensato? ¿Morir ahora que has terminado esa maravilla?" "Por eso mismo, hermana hada...porque ni mis palabras, ni mis suspiros ni mis pensamientos son míos...son el artificio de un ser mágico, pero no el resultado de mi inspiración..." Corté su divagación suicida rápidamente: "Piensa que posiblemente todos los artistas han sido visitados por seres como yo misma, piensa que es probable que no exista una sola obra de arte que no esté inspirada por dios, por el demonio, por alguna Musa o por un Hada...y eso no convierte en peor al David de Miguel Ángel..." "¿El David de Miguel Ángel? ¿qué es eso?", preguntó exrañado. "Dios mío...creo que no hemos llegado siquiera al sigo XVI...", pensé mientras intentaba sacar al pobre artista de sus dudas y su tormento. Y pregunté, "¿podéis decirme en que año estamos?". "Madame, éste es el Año del Señor de 1124, año de Santa Cruzada" Le dejé de regalo, enternecida, un beso en el lóbulo de su oreja y me despedí diciéndole: "Nos volveremos a encontrar dentro de unos eones, encanto, cuando no queméis ni a las brujas ni a las hadas ni a los herejes ni a los gatos." Entrada 2 de 2
Querido M.
Todavía te espero y ya hanpasado veinte años. A veces temo que haya una joven másbella que yo que pueda haberte seducido y por eso me hasolvidado...pero no. Son celos estúpidos fruto de laimpaciencia. Tú y yo sabemos que lo que pasó aquellanoche de verano sólo te ha sucedido una vez en tu inmortalvida.y que no volverá a repetirse. No ha pasado un solo día enque no mire detrás de mí, en cualquier callejuela, enlos rincones oscuros de los bosques y en las fuentes donde bailan losinsectos entre los rayos del sol ansiosa por descubrirte de nuevo,como aquella primera vez en que te mostraste ante mí con unacapa de alas de libélula y un sombrero de Robin Hood,¿recuerdas?. Y no ha pasado un solo día sin que tengala certeza de que tengo un extravagante ángel de la guardacomo mi sombra, aquél que dejó el cielo para ser librey no siervo. ¿Por qué me llamasteSmaragda? ¿Puedes acordarte de mi lividez adolescente alescuchar el nombre que únicamente en un sueño habíaescuchado? Te esperaba sin saberlo desde entonces, desde que teníadoce años y me bautizaste con el nombre más hermoso quese le puede dar a una mariposa. Aquella noche en que cumplíquince años estábamos solos tú y yo, M. Tusartes evaporaron todo lo existente a mi alrededor, hasta mi sueño.Me dejaste flotando sobre la nada con mi camisón de gasa y metendiste la mano. "Smaragda...ven" y extendiste tus delicadosdedos de pianista hasta rozar los míos. Cuando los toquécreí tocar un montón de nieve recién caíday senti un miedo atroz que me paralizaba el cuerpo. "Mi queridaSmaragda, he acudido a tu llamada", me dijiste con una voz deflauta encantadora de serpientes, "pero se habla mejor de negociosante una jarra de vino", y tu tono fue el de un carreteropendenciero. Me llevaste en un suspiro a callejear por tu vieja yquerida Colonia. Bebí vino por primera vez en una taberna enla que la gente estaba inmóvil y sólo tú y yonos mirábamos y bebíamos. "Yo no te he llamadonunca", te dije. "Claro que sí, mi pequeña dama, mehas llamado en sueños desde antes de que te diera un nombre yen sueños te he contestado. Ahora se acabó el sueñoy vamos a hablar del asunto que nos ha traido aquí , porqueeso es lo que quieres, hacer un trato conmigo". Miraba aturdida entre las nieblasdel vino el brillo de las alas de libélula, los ojos pícarosy claros con que me observabas sin demasiado entusiasmo aunque concierta curiosidad, como si todas las noches de tu vida hicieras lomismo: firmar contratos a la luz de una vela con una jarra de vinomalo. Pero su propia aspereza me quitó el miedo y soltómi lengua: "¿Y cuál es ese negocio que yo mismadesconozco, caballero?, te espeté. Te reíste a carcajadas y turisa contagiosa me hizo estallar en una risa loca que provocóque me dolieran los costados. "¿Cómo pretendes nosaberlo? Si estoy aquí es porque tú me has llamado. Soyun caballero y jamás acudo a una cita a la que no he sidoinvitado". Paré de reir en seco y busqué en mi cabezala cita. No podía recordar nada hasta que, de pronto, con ojosaterrados grité: "¡Eres M.!". "Oui,c'est moi" y continuastehistriónico y burlón, "Enchanté,Mademoiselle". Las alasbrillaban más intensamente con irisaciones verdes, azules ymoradas animadas con la luz agonizante y trémula de las velas.Apoyaste un codo indolentemente en la mesa y comenzaste a hablar."Vayamos al grano, querida. ¿Qué quieres? ¿Dinero,poder, sabiduría, venganza? ¿Sabes el precio? ¿Estásdispuesta a pagarlo, mi joven dama?" Acongojadasólo pude decirte: "Te quiero a ti". Se hizo el silencio.Tus ojos dejaron de mirar sin interés. Ahora estabas aturdido.Tú, el Príncipe de las Tinieblas, Tú, el Señorde las Moscas.Tú, ángel indomable que desafió asu creador con una cohorte de rebeldes para no hincar las rodillascomo un esclavo ante su amo. Tú, el eterno tentador y laeterna condena. El de los mil nombres abominables, el odiado portodos, el multiforme, callabas mientras mirabas atónito a unacría que se enamoró de ti leyendo Faustoporque eras el personaje que más dolor y compasión lecausaba... "Estásloca, niña. Un pacto así no puede realizarse. No puedesamar a quien no puede amar", balbuceaste. "Perosi yo quiero eso y solamente eso y a cambio firmo el contrato y teentrego el alma, no puedes negarte. Podrás no amarme, pero nopuedes impedir que yo te regale el alma porque de hecho ya te la heentregado sin firmar con sangre. Únicamente falta elformalismo algo grotesco y en mi opinión innecesario de firmarcon mi sangre, pero acabemos el formalismo con este cuchillo. Nopuedes impedirme amarte ni puedes evitar aceptar mi alma una vez queme has citado para comprarla...¿o es que sólo lasquieres a cambio de tres o cuatro cosas? ¿Es la cobardíalo que te impide aceptar o es que jamás te han hecho estaoferta? -El vino me daba fuerzas para hablar y empuñar elcuchillo aunque mis rodillas temblaban y estaba a punto de llorar.Bastaba tu respuesta para que yo me derrumbara del todo. Pero estabasestupefacto y comenzaste a lanzar sofismas -por algo te llaman entreotras cosas Príncipe de las Mentiras- para intentar eludir latrampa en la que por mi amor y sin saberlo te había atrapadocomo en la tela de una araña. "Nopodrías amarme", dijiste con una voz apenas audible. "Soymonstruoso y tú eres un ángel de los que vivíanconmigo antes de la batalla que nos lanzó al abismo y nosconvirtió en seres horribles". No me callé. "Pero antesfuiste un ángel. Está en tu naturaleza la Divinidad yyo amo ese residuo de belleza supraterrena que habita en ti, amo esasalas de libélula irisiadas y puedo y quiero redimirte con miamor, aunque ello signifique que me condene para siempre. No puedesconvencerme de que no te ame...aunque me rechaces. No puedes dehecho, rechazar la petición" y comencé a llorar.Aquel ínfimo trocito de Belleza y Bondad que habitaba en ti mealargó un pañuelo de cuadros y acariciaste mismejillas. Cada lágrima mía dejaba una herida en tusdedos, pero no los apartabas. Te retorcías de dolor pero nodejabas de tocar mi cara mojada aunque yo intentaba apartarla paraevitar tu sufrimiento. Tus manos se alargaban más e insistíanen recoger mis lágrimas como si fueran gotas de lava. "Smaragda,mi pequeña Smaragda, ahora eres tú quien me torturas.¿Eres tú un ángel enviado para cumplir unavenganza aplazada de mi creador? Pues gustoso aceptaréquemarme en tu llanto hasta deshacerme. Si es Él quien teenvía, es la jugada más inteligente que ha hecho nunca,maldito sea mil veces; es una apuesta infinitamente mejor que la desu hijo, ese pobre desgraciado que murió sin entender quéera lo que quería su amado padre ni por qué lereservaba tanto dolor para nada. Y sublime con respecto aldesgraciado de Job. Quema mis manos con tu llanto, quema mis labioscon tu beso puro y cálido. Yo desapareceré y élhabrá ganado pero no voy a evitar la agonía de tu besoni las quemaduras de mis manos". Te besé torpemente porqueera la primera vez que besaba. Pero te amaba tanto, me dolíastanto que te dije al oído "Mi madre no es Deméter yyo soy por tanto, una Perséfone huérfana dispuesta aseguir a Hades al reino de los muertos. En mi ausencia no seenseñoreará el invierno en la tierra. Dame el papel ydéjame que estampe en él mi sangre." Me miraste triste. Tu beso mequemó y mi llanto seguía hiriendo tus delicadas manos.Después de besarnos me dijiste "Eres una criatura demasiadopura para habitar los infiernos". Desapareciste y me encontréen mi habitación de nuevo con tu pañuelo y tu capa enmis manos. Sé que me sigues con manosenguantadas; sé que me amas , tú, el que no puede amar;sé que velas por mí aunque sigues haciendo tu trabajo.Sé que sabes que el día que vuelvas me abrazaréa ti y volaré a los Infiernos, al Hades o a la Gehenna. Sólome reconozco con el nombre que me diste en un sueño y cadanoche, abrazada a una capa que no se corrompe y brilla con loscolores más hermosos e irreales que imaginar pueda, duermo ala espera de que vuelvas a por mí a callejear por la viejaColonia o a vivir en los infiernos sin alma y con la eternidad pordelante contigo. Han pasado veinte años y hecomprendido que tu amor hacia mí es tan grande que me hashecho inmortal. Preferiste dejar escapar un alma dejando a un servivo para siempre con tal de evitarme la eternidad de los infiernos.Me queda el único consuelo de que tú, mi amado M., elInmortal, siempre serás mi sombra bajo cuya protecciónsiempre seré tan amada como lo soy ahora. Aunque nunca estemosjuntos, estamos condenados a querernos para siempre y cuando ya noquede un solo humano sobre la Tierra vagaré errante por elmundo tranquila en la certeza de ser protegida y respetada por lasbestias, besada y adorada por la sombra imperecedera del Ángelde las Tinieblas. Te amaré eternamente, M. Tuya o de nadie, Smaragda.
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