LaNsHoR: Y aquella tarde, finalmente no merendamos juntos; y nada me hubiera gustado más. No lo entendí entonces, pero ahora sé por qué te lo pregunté dos veces.

No estuviste conmigo, pero la pasaste con Yoselin comiendo bollitos. Y eso es parte del efímero consuelo que puedo encontrar en algunos segundos; saber lo feliz que fuiste estos últimos años, y especialmente, estos últimos meses con ella.

Todo mi sentido egoísta es el dolor por todo lo que yo he perdido; porque tú no eras una entidad adyacente orbitando a mi alrededor, de las que prometerían ahora sólo ausencia.

Eras esa fuente, que ha sembrado tanto, condicionado e influido en mi forma esencial. La única que siempre apoyó y apostó por mí de verdad, de corazón.

¿En qué me quedo? Cuando los planos de la arquitectura de mi núcleo más profundo llevan tu firma. Te marchas desgarrando el tiempo: lo que formabas directamente de mí; un fragmento enorme de la mejor parte de lo que soy que se ha perdido para siempre.

No tengo una normalidad a la que volver. No tengo un mismo al que volver a ser. Sólo esperar a nada.

(***)

Y el sentido no egoísta es el dolor por ti. Comprender que no hay justicia en la naturaleza del sentido de una vida cuya esencia no tiene orden. Porque nadie más que tú merecía una vida de éxitos bien cosechados; nadie sembró tanto y tan bien el talento que rebosaba y que derramabas con solo mirar.

Me pongo de pie ante el futuro, para andar los años que hacen fila enfrente descorazonado y sin esperanza. No tengo motivos para negar la desgana ulterior.

Dar un paso. Y mi corazón va en el impulso, del hilo que siento que aún nos conecta y que algún día, me llevará a donde podamos celebrar los cien mil días, diez veces antes del millón.

Todos los secretos que compartíamos y que ya no tienen correspondencia. Las imágenes de los momentos imposibles que logramos cuando ya no había nada más. En el fin del universo. Por todo lo que sólo tú y yo sabíamos, y que ahora queda en un doloroso enlace roto.

Gracias por haber estado aquí. Por todo en lo que me has cambiado. Por todas las veces en las que fuiste lo único que tuve. Gracias por crecer conmigo; por darme una gran e inmensa parte de las mejores cosas que recuerdo. Gracias por cada segundo. Por el honor de caminar contigo, de ser compañeros imbatibles en las sendas largas y difíciles a las que nos sometió el desierto.

Ahora siéntate conmigo en el autobús; vamos a jugar a ver el Sol.