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Son las 20:00, de las tardes que no sucederán.

Espero.

Espero.

Espero.

Me respondes. Pero hace dos minutos que los segundos han dejado de ocurrir.

Y me prometes, el futuro, cuando ya hemos dejado de existir.

...

Y llevo las yemas de mis dedos a tus labios de café. Como una forma que abrevia el sueño, que dilata el tiempo cuando no estoy en mí.

***

Tú.

***

No estás en ningún lugar.

***

Hasta que cierro los ojos.

***

Y ya no estás en ningún lugar.

***

Las paredes respiran en sincronía con la quietud, y de repente, has escrito la historia más triste del mundo.

Abrazo los licores de fuego, que rugen brumando la conciencia; herida, anquilosada, por todos los errores en los que trastabillaré mañana.

Mientras yo sigo en tus ojos meciendo reflejos y abrazo una luna de témpera, y me sumerjo blanco en ella. Hoy quiero lanzarme a la intemperie.

***

Y sólo pienso en conducir hasta el fin del universo. Y llegar a ti después de atravesar todos los horizontes.

Luego me despierto, y me descubro preguntándome: ¿Qué viene después del silencio?

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