He mirado a mis lados. Y ellos me vieron mirar.

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Los que más tardaron en atreverse a perder toda esperanza empiezan finalmente, a bailar con el crudo desencanto de las vidas que han trazado. Más decepcionados con ellos mismos de lo que quieren pensar. Bailando torpe en el fracaso; con los pies juntos; los ojos cerrados.

Y entre tanto, avanzan exactas e inexorables, acelerándose a tiempo exacto, las edades. Y cuando crecen te das cuenta, de que los otoños ya no se suceden, flotan simultáneos en el aire formando la niebla gris de tu pasado; rebajando las opciones, difuminando los sueños, camuflando los obstáculos.

Tu alma convertida en lo que no querías convertirte. Degradada por la mediocridad del mundo que te abrazó, por la espera eterna de las ilusiones sin respuesta que nunca cambió.

Y es que el sacrificio que suponían los planes hacia tu realidad se vuelve muy difícil si no es en la clausura. El mundo entero te atacará sin piedad por no correr en su corriente vital, y sólo encontrarás la más absoluta y desoladora incomprensión y soledad. Absoluta, incomprensión, y soledad.

Ellos no merecen salvarse, pero tú... sólo estás bajo una sombra que agarrota tus latidos y mutila tus caminos.

Tienes que seguir.

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